Estar aquí es maravilloso: enseña la universalidad de la Iglesia, poder formarse y regresar a la diócesis para servir mejor al pueblo venezolano

Nombre: Elio Azuaje Villegas
Edad: 47 años
Situación: Presbítero
Origen: Trujillo, Venezuela
Estudios: de Licenciatura en Teología en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma

Con los Padres Carmelitas descubrí que mi vocación era trabajar en zonas rurales en parroquias de campo

Elio Azuaje Villegas es un sacerdote venezolano de la diócesis de Trujillo que lleva en su sangre la pasión y el calor de su pueblo.

"Mi historia es una historia muy venezolana, pues nací en Caracas de padres Trujillanos que habían emigrado a la capital a raíz del “Bum” petrolero de los años 60 en Venezuela, en busca de mejor oportunidad de vida. Soy el tercero de cinco hermanos, mi primaria la realicé en una escuela pública y frecuentaba una Vicaría Parroquial que era dirigida por Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús.

Allí me prepare para la comunión y confirmación y con 12 años ya ayudaba como auxiliar a enseñar el catecismo a otros chicos. Fue allí donde nació mi vocación desde muy temprano y comenzó mi deseo de ingresar a un seminario menor.

Mi vocación fue muy temprana y no fue tan fácil, pues en la Arquidiócesis de Caracas ya no existía un seminario menor y debía esperar hasta terminar lo que en Venezuela se llama bachillerato: me faltaban 2 años y yo contaba con 13 años.

Fue allí que, a través de las hermanas, conocí a los Padre carmelitas y comencé el seguimiento vocacional, ellos me daban la oportunidad de ingresar al seminario menor, fue una experiencia muy profunda a pesar de mi corta edad, además debía superar muchos obstáculos empezando el de mis padres.

Era difícil que permitieran que un hijo suyo menor de edad que jamás había salido de casa fuera al seminario. Mi papa tenia en mente otros planes para mi, pero yo me aferré a que tenía que irme al seminario y con la ayuda de Dios manifestada a través de tanta personas que yo llamo ángeles, poco a poco con dolor y sufrimiento fui superando las pruebas.

Llegó el gran día que lo recordaré toda mi vida cuando ingresé al seminario menor de los Padre Carmelitas, me acuerdo que para mí fue una gran alegría y profunda satisfacción el estar allí, tanto que la separación de mis padres y hermanos de verdad que no me afecto para nada estaba donde quería estar.

El noviciado con los carmelitas fue una experiencia que también me permitió conocer, a través de unos compañeros de estudio, la vida diocesana e incluso debía escoger a qué diócesis pedir ingreso.

Y allí descubrí algo muy importante: mi vocación de trabajar en zonas rurales en parroquias de campos.

Los padres carmelitas, pues, nos llevaban en vacaciones a misiones, y allí descubrí el gusto de tratar y trabajar con gente de provincia, gente sencilla, noble y generosa. Mis padres son del interior del país y siempre en vacaciones nos llevaban al pueblo donde estaban los abuelos, los tíos y demás parientes: muchos vivían en el campo y fue por eso que pensé en pedir ingreso en esa diócesis donde yo tenía mis raíces.

Tuve la oportunidad de conocer al Obispo de Trujillo de ese momento: siempre recordare ese primer encuentro con este venerable Obispo que luego ha significado para mí vida una persona muy importante y especial, confió en mí, fue el Obispo que me ordenó, y quien me orientó por muchos años, ya goza de la presencia de Dios desde el Domingo de Ramos 2018 que partió a la casa del Padre, agradezco a Dios por haberme permitido conocer a tan santo barón e insigne pastor.

Tuve muchas dificultades en el camino, debido sobre todo a la falta de seminarios, ya que en Trujillo no existía Seminario Mayor, por ende los seminaristas éramos enviados a los seminarios de otras diócesis.

En mi diócesis en ese momento éramos alrededor de 80 seminaristas y nuestras familias no tenían los medios para costear los estudios, el obispo y la diócesis tenían que ir moviendo piezas y haciendo milagros para mantener a tantos seminaristas, uno de los criterios era enviar a los seminarios donde la cuota era mas económica, fue por esa razón que a mi me mandaron al otro extremo del país: una experiencia nueva pero me gustó mucho.

Recibí la ordenación sacerdotal el 15 de Agosto del año 2000, por Mons. Vicente. ¡Qué gran día, y qué gran numero de sacerdotes, seminaristas…! Y también mis padres y mis hermanos y sobrinos y demás familiares y amigos. Me ordenaron en la parroquia donde había hecho mi año de pastoral, en Burbusay.

Después de cinco años de sacerdote en mi diócesis, Mons. Vicente me envió a España a cursar estudios de Historia de la Iglesia en la Universidad Pontificia de Comillas, allí estuve 3 años.

Una vez terminado el ciclo académico me regresé a Venezuela para continuar el trabajo pastoral.

Al llegar me nombraron administrador parroquial de una parroquia en Trujillo por algunos meses, antes de pasar a Boconó y preparar los fundamentos para una nueva parroquia eclesiástica de este arciprestazgo.

Estuve allí en Boconó 9 años, 5 de párroco y 4 preparando la fundación de la parroquia San Antonio de Padua de Mosquey. Fue una etapa de muchas bendiciones, aunque llena de dificultades y de retos: aprendí muchas cosas y tuve la oportunidad de estudiar educación en la universidad civil, de dar clases y ser capellán de un colegio. Y lo bello de fundar una parroquia de campo es disfrutar de la generosidad de la gente: fundar parroquia en Venezuela en estos momentos es duro, porque no se encuentra nada para construir, es allí donde el Señor prueba, pero también actúa y uno siente y experimenta la acción de Dios en las obras que se hacen en su nombre. Pudimos hacer tantas cosas gracias al aporte y al trabajo de tanta gente que con entusiasmo querían ver hecho realidad el sueño de ser Parroquia eclesiástica.

En los últimos 4 años los niveles de hambre y de escasez son sorprendentes, se suma últimamente la macro y continua devaluación de la moneda que no permite ya no solo no tener que comprar, sino que no se puede conseguir dinero en efectivo, todo esto y otras cosas más ha dado como resultado una situación de emergencia humanitaria, donde el pueblo agoniza poco a poco y donde el gobierno no quiere reconocer oficialmente porque sería reconocer también su fracaso.

La Iglesia siempre ha tenido y tiene un papel claro y preciso: desde el principio de la llegada del régimen al poder por vía democrática, la Iglesia, a través de la Conferencia Episcopal Venezolana, ha advertido, denunciado y exhortado sobre las ideas erróneas del Gobierno, ha tenido una voz profética que le ha traído como consecuencias por un lado el repudio del oficialismo y sus adeptos, por otro lado se ha convertido en la única institución con credibilidad y fundamento moral ante la situación desastrosa del país.

En la actualidad cuando la crisis ha llegado a niveles inimaginables, la Iglesia a través de los diferentes agentes de pastoral, ha tratado de dar respuestas a tantas necesidades, de manera concreta con comedores parroquiales, atención sanitaria, a través de caritas, pero no ha sido suficiente y la gran insistencia es pedir al mundo una ayuda humanitaria, que el gobierno no acepta ni autoriza.

Es importante recordar que los sacerdotes, consagrados y demás agentes de pastoral que son el motor de la Iglesia, también les afecta la crisis humanitaria, ya han muerto sacerdotes y religiosos por no conseguir medicamentos, en los seminarios, conventos, colegios, comunidades religiosas, también están pasando hambre; ahora más que nunca la Iglesia venezolana esta siendo probada, porque con hambre tiene que dar de comer al pueblo hambriento, con enfermedades tiene que curar al herido del pueblo, y en una situación de desesperanza y caos debe dar testimonio de que confía plenamente en el Dios que todo lo provee.

Mi obispo me envió a Roma precisamente para servir al pueblo hambriento.

Yo quería estudiar Liturgia para profundizar sobre el arte de celebrar el Misterio de la Redención en medio del pueblo y para el pueblo, de inmediato el Obispo le pareció bien lo que yo le pedía y comenzamos hacer las diligencias para poder venir a Roma a estudiar, la cosa no era muy sencilla por muchos factores: ante todo el económico, ya en Venezuela se estaba viviendo las consecuencia del profundo deterioro político; luego yo ya tenía más de 40 años.

Pero nosotros tenemos un dicho que es el siguiente: “lo que es del cura va para la Iglesia”, en el sentido de que si está en los planes de Dios un proyecto, los obstáculos no dejan de ser sólo etapas para alcanzarlo, y así sucedió el Señor abrió la posibilidad a través de un sacerdote compañero de mi diócesis que estudia en Roma: a través de un compañero suyo, él se enteró de que un párroco de Roma estaba buscando un sacerdote estudiante como colaborador de su parroquia, fue así como Dios me allano el camino y me guio para poder venir a Roma a través del Vicariato como colaborador parroquial.

Es maravilloso, de verdad enseña la universalidad de la Iglesia: ir a Roma, poder formarse y regresar a la diócesis para servir mejor al pueblo venezolano.

"Yo soy consciente de que al regresar a Venezuela, cualquiera que sea la misión que me encomiende el Obispo, no será fácil, se que me encontrare un pueblo agonizante, que debo consolar, pido cada día a Dios que me ayude a renovar mi fe y mi vocación para poder confiar el Él y dar de lo mejor de mí, a favor de mi Iglesia y mi país.

Si la situación permanece como ahora sería muy duro porque es ver morir al pueblo sin tener soluciones viables, y creo que esto Dios no lo permitirá, y si el gobierno cambia o sede su postura radical y criminal, la recuperación de Venezuela será muy lenta y difícil, pero es aquí donde la Iglesia en todos sus miembros tiene un papel importante, ese sería el gran reto de los cristianos, de los sacerdotes, de los consagrados, no buscar culpables sino crear valores y conciencia para no repetir la historia.

La gran pregunta de muchas personas fuera del país es ¿Cómo puedo ayudar?, la principal ayuda es la oración de súplica para que Dios tenga Misericordia de esta pueblo, y le conceda la fidelidad en la prueba para que después de la muerte pueda resucitar con Gloria.

Materialmente es un poco complicado ya que al no haber un canal humanitario, las ayudas en medicamentos y alimente debe hacerse muy inteligentemente, hay muchas personas de buena voluntad que han creado asociaciones y recolectan medicinas y dinero para pagar envíos particulares que hacen llegar a diferentes caritas de las diócesis de Venezuela, otros ayudan cubriendo los gastos de comida de seminaristas a través de las diócesis directamente, y otro ayudan a los sacerdotes que se forman fuera del país para regresar mejor preparados para enfrentar esta crisis humanitaria, en este momento la gente necesita mucha compañía y ánimo y el Señor lo hace a través de los ministros y misioneros que dan testimonio que Cristo está en medio del pueblo que sufre para consolar y salvar.

Ruego a Dios y a María Santísima bajo la advocación de Coromoto que nos mantengan firmes en la fe y solidos en la esperanza para poder ser fieles a nuestra vocación de servicio en medio de la difícil prueba."

DONA AHORA