CUIDADO PASTORAL
D. Yevgeniy Zinkovskiy, Bispo Auxiliar de Karaganda, Cazaquistão

Yevgeniy Zinkovskiy el joven obispo, llegado de la atea URSS, que no oyó hablar de Dios hasta los quince años
Su historia es de lo más llamativa. Debido a la furibunda persecución que había contra la fe nunca le hablaron de Dios hasta los 15 años, cuando casi por casualidad se enteró de que su padre y su abuela eran fervientes católicos. Para proteger a su familia nunca lo exteriorizaron. Aún así, luego supo que en su familia habían acogido de manera clandestina a sacerdotes y monjas durante aquellos duros años.
Sin embargo, una vez que conoció a Dios se enamoró de Él. Cuando el telón de acero caía, un sacerdote polaco visitó su pueblo. Lo hizo enarbolando una fe sin complejos y vistiendo ropa clerical. Este hecho le dejó completamente en shock, y fue el punto de inflexión que cambiaría su vida para siempre.
Pese a la aparente fragilidad de la Iglesia en Kazajistán siguen surgiendo vocaciones. Precisamente, en Karaganda se encuentra el único seminario de toda Asia Central, donde se forman los futuros sacerdotes no sólo de este extenso país sino de otros como Georgia o Armenia. Estos jóvenes ya no tendrán que dejar su tierra como tuvo que hacer monseñor Zinkovskiy, que se vio obligado a ir a un seminario de Polonia y regresar a su país una vez ordenado sacerdote.
Fue precisamente la puesta en marcha de este importante seminario lo que propició que el ahora obispo auxiliar de Karaganda fuera enviado a Roma a formarse gracias a una beca de la Fundación CARF. Aquel incipiente seminario necesitaba formadores, sacerdotes con grandes conocimientos en distintas materias que enseñaran a los que en un futuro tendrían que evangelizar una vasta región del mundo sin apenas católicos.
Así fue como Yevgeniy Zinkovskiy llegó a la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, donde estudió Filosofía, unos conocimientos que, a su vuelta a Kazajistán, ha ido transmitiendo a los ya más de quince sacerdotes ordenados en este seminario de Karaganda. Ahora ya como pastor de este pequeño rebaño relata a CARF sus retos como obispo, la situación de la Iglesia en Asia Central y también su peculiar historia personal que le llevó al sacerdocio.




Hace unos meses fue nombrado obispo por el Papa Francisco, ¿Cómo se sintió al saber que sería sucesor de los Apóstoles?
Sentí la responsabilidad que la Iglesia me ha ofrecido inmerecidamente. Por otro lado, palpé también el amor paterno de Dios Padre, que me amó como a los demás apóstoles y que, a través de mi vida, quiere transmitir su amor también a quienes aún no lo conocen.
¿Cuáles son ahora sus responsabilidades y qué desafíos experimenta como obispo?
Cada día trae nuevas dificultades. Pero las dificultades son un signo de la confianza de Dios. A menudo recuerdo las palabras de Dios que se encuentran repetidamente en las Escrituras: «el Señor reprende a quien ama, como un padre a su hijo amado» (Proverbios 3:12). Pero el Señor también da alegría. Además de servir en la curia, el seminario y la Conferencia Episcopal de Asia Central tengo la oportunidad de visitar nuestras comunidades parroquiales, a nuestros fieles, hermanas monjas y sacerdotes, que están sirviendo celosamente a la Iglesia.
Los católicos de aquí son los descendientes de la represión estalinista
¿Cuál es la situación de la Iglesia en Kazajstán?
La Iglesia Católica en Kazajstán es una iglesia minoritaria. Pero es a nosotros que el Señor dice: «No temáis, pequeño rebaño». Los fieles católicos de aquí son en su mayoría descendientes de los pueblos deportados a nuestro país durante las represiones estalinistas. Por lo tanto, todavía hay en nosotros un cierto temor, también por la fe. Pero ahora hay libertad religiosa en nuestra nación. Podemos aprender en la práctica cómo vivir con personas que no son creyentes o que creen de manera diferente.
Precisamente sus abuelos fueron unos de aquellos deportados, y debido a este hecho usted está hoy allí, ¿Cómo vivió su familia toda aquella situación?
Es verdad. Aunque siendo niño no sabía esto. Nadie nos habló de ello. De pequeños, vivimos y fuimos educados en el espíritu soviético, sin fe, sin Dios. Fue sólo más tarde que «accidentalmente» descubrí que mi abuela y mi padre eran católicos devotos. Guardaron silencio por temor a que sufriéramos por nuestra fe como ellos sufrieron. Pero rezaban sinceramente por nosotros. Recuerdo estar sentado en el regazo de mi padre cuando era niño y sentir su mano pasar por un extraño rosario. Ahora sé que a menudo rezaba el rosario.
Mi padre mismo una vez quiso ser sacerdote, pero en la Unión Soviética le fue imposible. Pero el Señor le dio una hija monja y un hijo sacerdote. Ahora ya puede regocijarse por esto desde el cielo.
Nació y creció todavía en la URSS, ¿Cómo pudo vivir la fe católica?
La Unión Soviética era un estado ateo, así que nunca escuché una palabra acerca de Dios hasta que tuve 15 años. Pero las personas religiosas sí se esforzaron mucho por celebrar las festividades de la Iglesia. Muchas familias acabaron mezclándose en distintas tradiciones religiosas. Nuestra familia era católica y ortodoxa, así que celebramos dos navidades y dos pascuas cada año. Los católicos de nuestra familia eran más religiosos, pero aun así tenían que ocultar su fe. Pero la vivieron con valentía: hospedaron a sacerdotes y monjas en secreto. Nuestra abuela incluso tenía una habitación especial. Todavía recuerdo siendo niño sentir el asombro y la reverencia de mi padre cuando entraba. Lo veía repasando en secreto iconos y cruces. Podía sentir su devoción por algo hermoso, aunque no le escuchase decir nada acerca de Dios.
¿Cómo surgió su vocación al sacerdocio, y más en un país como el suyo tan extenso y con una pequeña minoría católica que acababa de salir de la URSS?
Mi vida cambió cuando un sacerdote católico de Polonia vino a nuestro pueblo. No tenía el miedo que retenía al pueblo de la Unión Soviética. Caminaba abiertamente con ropa sacerdotal e invitaba a la gente a ir a la capilla y rezar públicamente a Dios. Esta invitación también se extendió a nosotros.
Más tarde me convertí en acólito y tuve la oportunidad de viajar con él a otros pueblos para visitar a los creyentes. Fue una revelación para mí ver que hay muchas personas que creen en Dios, pero que no tienen la oportunidad de conocerlo en una iglesia durante la Santa Misa.
Después de un tiempo, escuché la voz de Dios llamándome a ser sacerdote. Pero, ¿cómo encontrar un lugar para convertirse en sacerdote católico? No había seminario católico en Kazajistán o en Rusia en ese momento. Pero tuve suerte. El abad me dijo que podía ir a Polonia, convertirme en sacerdote allí y regresar a Kazajistán.
Una vez ordenado sacerdote fue enviado a Roma a estudiar en la Universidad de la Santa Cruz, ¿Cómo fue esa experiencia?
Era un sacerdote feliz y quería compartir esta felicidad con los demás. Serví en la parroquia, asistí al obispo en la curia, fui a otros pueblos y aldeas donde aún no había una parroquia católica para llevar a Dios a la gente. Me alegró que en ese momento se abriera un seminario teológico en Karaganda, donde nuestros muchachos podrían convertirse en sacerdotes. Pero este seminario necesitaba formadores locales. Así que el obispo me envió a estudiar a la Universidad de la Santa Cruz para que cuando volviera pudiera enseñar a nuestros jóvenes.
«¡Me gustaría expresar mi profunda gratitud! Gracias a ustedes, a su ayuda y a sus donaciones muchos pueden profundizar en su fe y en sus conocimientos para luego ayudar a otros en todo el mundo. Esto es muy importante hoy. ¡Que Dios les bendiga a todos!».
Contagiarse del entusiasmo en la búsqueda de la Verdad
¿Cómo le sirvió en su ministerio sacerdotal y ahora episcopal la formación recibida en la Universidad de la Santa Cruz?
En la universidad estudié Filosofía. Realmente admiro cómo en la Universidad de la Santa Cruz los profesores y los estudiantes están profundamente interesados en la búsqueda de la Verdad. Yo también quería ser «contagiado» de ese entusiasmo. Y creo que el Señor me ayudó en esto.
Por supuesto, después de terminar mis estudios pude regresar a Karaganda y enseñar Filosofía en el seminario. Pero no solo eso: la filosofía ayuda a una persona en su búsqueda para comprender a otra persona. Especialmente ahora cuando tantos sucesos, tragedias y dolores aparentemente incomprensibles están sucediendo a nuestro alrededor. La fe en Dios nos da respuestas, pero hay tantos que no creen a nuestro alrededor… ¿Cómo los entendemos? ¿Cómo podemos ayudarlos?
Dada su amplia experiencia dentro de la Iglesia, ¿por qué cree que es importante que los sacerdotes reciban una buena formación como la que recibió en Roma?
Los sacerdotes necesitan recibir una buena formación para su ministerio. Pero es necesario no sólo que se conviertan en buenos maestros para los demás, sino sobre todo para su propia conversión personal. La preparación que lleva al sacerdote a una relación real con el Dios verdadero puede ayudarlo cuando encuentre dificultades. Y es entonces cuando se puede convertir en una ayuda para dar un testimonio real del amor de Dios.


¿Cómo se percibe desde allí la fe, o precisamente la falta de fe, que se vive en Occidente?
Los que crecimos en la antigua Unión Soviética sabemos lo que es el ateísmo y la miseria de la falta de fe. Siempre pensamos que la gente en Occidente creía en Dios. Pero, con el tiempo, todos han visto que esto no es del todo cierto. Por eso toda persona, dondequiera que esté hoy, se enfrenta en su vida al desafío de la fe y a la invitación del Señor a acoger su Amor.
Para terminar, ¿Cuáles son los grandes desafíos de la Iglesia en Kazajstán en este momento?
La iglesia en nuestro país debe aprender a estar abierta a toda persona. El Señor Dios, que es el Padre de todos, está abierto a todos, independientemente de su nacionalidad y condición social. Nosotros en la Iglesia necesitamos aprender esto.
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