UN FILOSOFO EN GUAYAQUIL
Don Luis Palacios tiene apenas 30 años y hace poco más de dos desde que fue ordenado sacerdote, pero ya conoce bien la responsabilidad de su ministerio al ejercer como párroco en la periferia de Guayaquil (Ecuador), en una de las barriadas más pobres de la ciudad que aún hoy no está asfaltada ni alcantarillada, y donde hay un enorme problema de drogas, seguridad, asesinatos y muchas familias destruidas.
Su labor sacerdotal en su parroquia de la Preciosísima Sangre es fundamental en este barrio tan castigado. Y gracias a la beca del CARF que le permitió formarse en Pamplona durante seis años (entre 2013 y 2019) es consciente de la fuerza renovadora de la Eucaristía y de los sacramentos en un lugar donde a muchos le cuesta ver a Dios entre tanto sufrimiento.
El padre Luis, que además es profesor de Filosofía en el seminario de Guayaquil, proviene de una familia católica pero no practicante. “Cuando era niño y adolescente no íbamos a misa los domingos ni rezábamos en familia”, recuerda este joven sacerdote. Sin embargo, sus padres sí decidieron llevar tanto a él como a sus dos hermanas a un colegio religioso donde recibieron la formación para la Primera Comunión y la Confirmación.






Descubrir a Dios en la universidad
No fue hasta la universidad cuando conoció más en profundidad a Dios y sintió la llamada al sacerdocio. Estudiaba Ingeniería Civil y en los primeros semestres conoció a varias personas que pertenecían a un grupo católico de su ciudad.
“Ellos, con su forma de vivir, me enseñaron que ser católico comprometido podría ser una gran aventura. Y así, casi sin saber muy bien por qué, comencé a ir a Misa los domingos y entre semana también, a rezar el Rosario, tener momentos de oración, etc…”, relata Don Luis.
Pocos meses después fue cuando sintió que Dios le llamaba a entregar algo más. En ese momento –asegura- “no sabía muy bien que era lo que me pedía Dios. Fue mi director espiritual de aquellos años quien me ayudó a caer en la cuenta de que tenía una llamada a la vocación sacerdotal”.
Así fue como ingresó al seminario y poco después llegó a España enviado por su obispo gracias a una beca del CARF. Seis años estuvo en Pamplona, los cuatro primeros estudiando el bachiller de Teología y los dos siguientes un posgrado en Filosofía, lo que le ha ayudado para ser ahora profesor de los seminaristas de su diócesis de Guayaquil.



Las enseñanzas de Pamplona que aplica en Guayaquil
“Fueron seis años muy felices. De los mejores de mi vida. El Seminario Internacional Bidasoa, en donde estuve 4 años, fue un hogar. Hice muchos amigos y recibí el cariño de todos los formadores. Aprendí mucho de sus palabras y de su forma de vivir el ministerio. Les debo muchas cosas.»
Luego, «cuando ya era sacerdote y estaba realizando mis estudios de Licenciatura en Filosofía, eché una mano como formador en el Colegio Mayor Albaizar. También fue una experiencia grandiosa. Pude aprender mucho de los demás formadores mayores y más experimentados que yo; y en cierto sentido fue un buen ensayo en mis primeros años de sacerdote, antes de volver a mi país y dedicarme al trabajo parroquial en mi diócesis”, explica Don Luis.
Ahora es párroco en un suburbio pobre de Guayaquil, pero asegura que todo lo que aprendió en Pamplona le está ayudando en su día a día en el ministerio sacerdotal, especialmente en lo relacionado con la Eucaristía y el cuidado de la liturgia.
Por otro lado, el Don Luis afirma también que durante sus años de estudiante en el Colegio Bidaosa haber visto “todo tan cuidado y ordenado en el seminario y sobretodo en los oratorios me ayuda mucho a luchar por tener las cosas más dignas posibles para Dios, y mi parroquia lo más ordenada posible para dar calor de hogar y ambiente de familia”.
Pero además este joven sacerdote recalca que “los contenidos doctrinales recibidos en la Facultad de Teología de la UNAV también han sido de gran valor para poder guiar a mis fieles en la verdad católica, así que es realmente enorme mi deuda con muchos de los maestros que tuve allí”.
La importancia de la formación
En estos momentos con la experiencia que ya atesora como sacerdote, Don Luis Palacios tiene claro que su principal desafío es “llevar el mensaje cristiano en una sociedad que cada día quiere saber menos de Dios. Es desafiante hacer que el mensaje sea sencillo y profundo a la vez. Claro y caritativo. Firme y misericordioso”.
A pesar de todo, lo ve como un reto apasionante pues cree que “la realidad es que tenemos muchas cosas de nuestra parte para poder llegar a los hombres. Somos hijos de nuestra época: tecnología, dominio de idiomas, facilidad para acceder a distintos conocimientos, redes sociales, etc. Debemos aprender a servirnos de todas estas cosas (sin llegar a ser esclavos de ellas) para poder evangelizar. Debemos ponernos en el lugar donde ellos viven para poderles hablar. Sino será imposible romper la barrera imaginaria que nos separa, o que ellos piensan que nos separa”.
Precisamente en este proceso de evangelización considera fundamental una buena y recta formación como la que él pudo recibir. Es más, lo considera “absolutamente necesario” porque “nadie da lo que no tiene, y si no estamos llenos de Dios en el corazón y en la cabeza, entonces seremos incapaces de dar a Dios”.
Cabeza y corazón. Ambas se complementan y necesitan hoy. Don Luis lo explica así: “Digo estar lleno de Dios en la cabeza porque hoy más que nunca debemos ser capaces de dar razones de lo que creemos. Y llenos en el corazón porque hoy los hombres no buscan tanto maestros, sino testigos”.
Es decir, cada vez más gente busca “personas que con nuestra vida les demostremos que creer es posible e importante; que Jesús es fuente de vida, felicidad y amor inigualable. Que ser cristiano es la mejor aventura de la vida, una aventura de hombres y mujeres verdaderamente rebeldes y valientes”.
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El recuerdo especial de su primera misa
Han pasado más de dos años desde que se ordenara sacerdote el 4 de agosto de 2008. Echando la vista atrás en este corto pero intenso periodo asegura que nunca hubiera podido imaginar lo que de verdad era la vida sacerdotal.
“Uno va madurando sus expectativas con el paso de los años de formación. Cuando decidí ser sacerdote ni imaginaba todo lo que conllevaba esta vida. Luego en la medida en que vas creciendo en la fe y en el conocimiento de la vocación, entonces te das cuenta que es mucho más grande de lo que pensabas”, agrega este joven ecuatoriano.
No duda ni un instante en señalar su ordenación y su primera Misa como su mejor momento como sacerdote. Don Luis afirma emocionado que “es algo muy fuerte cuando te imponen las manos en la ordenación y sabes que ya quedas configurado con Cristo Sacerdote hasta la eternidad. Tan fuerte como aquella primera vez que Jesús baja a las manos de un pobre y simple ser humano, que por gracia de Dios ha sido ordenado sacerdote”.
Por último, Don Luis Palacios quiere tener un recuerdo especial para los benefactores de CARF, sin los cuales él no podría haber recibido esta formación: “en el Evangelio de Mateo leemos como Jesús afirmaba que ni un sólo vaso de agua que se dé a sus pequeños dejaría de ser recompensado. Imagínense queridos miembros y benefactores del CARF el cielo tan grande que se están ganando por hacer posible que tantos sacerdotes se puedan formar para ser sacerdotes santos. Les agradezco de corazón todo lo que recibí gracias a su trabajo”.
Una petición directa a los benefactores
CARF, a través de su Patronato de Acción Social, esta comprometido con la cruzada de estos estos sacerdotes cuando vuelven a sus países de orígenes, y da la oportunidad de colaborar con su proyecto o su formación y así servir mas y mejor a la Iglesia.
Si usted representa a una Empresa o Institución y dispone de fondos de responsabilidad social, contacte con nosotros en [email protected]



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