Este joven de 36 años proviene de una tierra de gran belleza y su diócesis está situada a los pies del lago Victoria. Allí creció en una familia de profunda fe católica y muy numerosa. Él es el sexto de 11 hermanos, de los que dos ya han fallecido.
Su vida ha sido feliz pero no siempre fácil pues, aunque desde niño sentía esa llamada al sacerdocio su familia era pobre y no podía pagar el colegio. Pero Dios da el ciento por uno y una vez en el seminario pudo estudiar en Roma en el Colegio Sedes Sapientiae y la Pontificia Universidad de la Santa Cruz gracias a una beca del CARF.
En una entrevista con esta fundación el padre Alisentus habla de su infancia en Tanzania, la importancia de la fe que le transmitieron y de la importancia de toda la formación que recibió durante sus años en Roma.
Provengo de una familia católica, mi padre era catequista. En mi familia éramos 11 hermanos de los cuales han muerto dos (una hermana y un hermano), por lo que ahora quedamos nieve (6 chicos y 3 chicas). Yo soy el sexto. Viví una infancia y una adolescencia normal como los demás niños, jugando junto a mis compañeros de colegio y mis vecinos. Íbamos juntos a la iglesia y cuando estaba en la escuela primaria también cantaba en el coro de nuestra parroquia.
Recuerdo que cuando era pequeño los sacerdotes venían a nuestro pueblo para la celebración eucarística en nuestra iglesia. Fue a partir de ahí que comencé a sentir el deseo de servir a Dios como sacerdote. También me gustaba ver a mi padre cuando le tocaba celebrar la liturgia de la Palabra cuando no había sacerdote. Puedo decir que es en estos momentos y experiencias donde nació mi vocación sacerdotal.
Debido a los problemas económicos de mi familia no pude ir a estudiar al seminario menor, porque era caro y mis padres no tenían dinero para pagarlo. Por eso hice mis estudios primarios y secundarios en escuelas públicas que costaban menos. Cuando estaba en la escuela secundaria decidí escribir una carta al director de vocaciones, pidiendo y explicando mi deseo de ingresar en el seminario. Y la respuesta fue verdaderamente positiva.
Después hablé con mis padres y ellos también estaban muy felices. En el 2008 fui a hacer un año propedéutico, y ya en 2009 ingresé en el seminario mayor para hacer Filosofía. Después de estos tres años fui a otro seminario de Teología también en Tanzania. Desde allí mi obispo me informó de que había encontrado para mí una beca en Italia, por lo que en julio de 2013 me fui a Roma a continuar mis estudios en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz.
Los tres años que viví en Roma fueron realmente muy hermosos. Viví en Colegio Eclesiástico Internacional Sedes Sapientiae y asistí a la Universidad Pontificia de la Santa Cruz para mis estudios de Teología. Un recuerdo muy significativo fue la integración cultural, porque en el Colegio estábamos seminaristas que veníamos de diferentes países del mundo, con diferentes culturas y tradiciones. Los primeros meses en Roma no fueron fáciles para mí debido al idioma italiano.
Al mismo tiempo, fue una gran experiencia estar allí. La vida comunitaria en el seminario, el Ángelus con el Santo Padre en la Plaza de San Pedro, los viajes a diferentes lugares de Italia como Siena, Florencia, Subiaco, Montecassino, la visita al museo del Vaticano, la vida universitaria y muchas otras cosas hermosas que pude hacer son recuerdos muy bonitos que siempre llevaré en mi corazón.
Sinceramente, la formación sacerdotal que recibí en el seminario de Roma en el Colegio Sedes Sapientiae ha sido de gran ayuda para mi vida sacerdotal. Ahora como sacerdote vivo todos los días justamente lo que aprendí y viví en el seminario. Siempre trato de vivir y cuidar bien la Eucaristía, intento estar disponible para quienes necesitan el servicio que concierne al ministerio sacerdotal, y sobre todo no descuidar la vida de oración.
Una buena formación integradora en la vida sacerdotal es algo fundamental para poder afrontar los desafíos de este mundo. En mi opinión, esta formación integral es necesaria porque sin ella el ministerio sacerdotal no daría buenos frutos. A partir de este entrenamiento, uno puede ver y leer los signos de los tiempos en los que vivimos y luego estar disponible para sanar al mundo de las muchas heridas que tiene.
Sinceramente, la formación sacerdotal que recibí en el seminario de Roma en el Colegio Sedes Sapientiae ha sido de gran ayuda para mi vida sacerdotal. Ahora como sacerdote vivo todos los días justamente lo que aprendí y viví en el seminario. Siempre trato de vivir y cuidar bien la Eucaristía, intento estar disponible para quienes necesitan el servicio que concierne al ministerio sacerdotal, y sobre todo no descuidar la vida de oración.
¿Es tan importante que un sacerdote reciba una buena formación?
Una buena formación integradora en la vida sacerdotal es algo fundamental para poder afrontar los desafíos de este mundo. En mi opinión, esta formación integral es necesaria porque sin ella el ministerio sacerdotal no daría buenos frutos. A partir de este entrenamiento, uno puede ver y leer los signos de los tiempos en los que vivimos y luego estar disponible para sanar al mundo de las muchas heridas que tiene.
Ahora estoy haciendo una maestría en Psicología del bienestar en la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán. Vivo en una parroquia de la Arquidiócesis de Milán donde ayudo con la celebración de las Santas Misas y Confesiones.
Fui ordenado sacerdote el 8 de junio de 2017 en mi diócesis de Bunda, Tanzania. Prácticamente, inmediatamente después de mi ordenación sacerdotal volví a Italia por motivos de estudio.
Mi día a día como sacerdote diría que es muy simple y normal. Rezo el breviario, celebro la Santa Misa y luego tomo lecciones en la universidad. Un día a la semana me siento en el confesionario para confesar. Me resulta muy gratificante celebrar la Santa Misa, y siempre lo hago con tanto amor como si fuera la única oportunidad y la única Misa que pudiera celebrar. En la celebración me siento lleno y pleno. Lo que me parece más complicado ahora es la visita a los enfermos debido a esta emergencia de Covid-19.
Cada día lo vivo como el mejor momento para mí y la celebración de la Eucaristía es la culminación. Quizás el peor momento pudo ser cuando enfermé debido al Covid-19 y no pude hacer nada de forma normal.