¿Qué es el sacerdocio?
Si hablamos de la definición del sacerdocio, esta es una de las tres órdenes sacerdotales de la iglesia católica, por la que el diácono recibe la dignidad y atribuciones propias del presbítero o sacerdote.
“El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado”
El sacerdocio “va más allá de una simple elección, designación, delegación o institución por la comunidad, pues confiere el don del Espíritu Santo que permite ejercer un ‘poder sagrado’ que sólo puede venir de Cristo, a través de su Iglesia” Catecismo, 1536-1538.
El sacramento del orden comprende tres grados:
Origen e historia
El pueblo elegido fue constituido por Dios como «un reino de sacerdotes y una nación consagrada». Pero dentro del pueblo de Israel, Dios escogió una de las doce tribus, la de Leví, para el servicio litúrgico.
Instituido para anunciar la palabra de Dios y para restablecer la comunión con Dios mediante los sacrificios y la oración, este sacerdocio de la Antigua Alianza, era incapaz de realizar la salvación. Por lo cual, tenía necesidad de repetir sin cesar los sacrificios, y no podía alcanzar una santificación definitiva, ya que sólo podría ser lograda por el sacrificio de Cristo.
Aún así, la liturgia de la Iglesia ve en el sacerdocio de Aarón
y en el servicio de los levitas, y en la institución de los setenta «ancianos», prefiguraciones del ministerio ordenado de la Nueva Alianza.
Todas las prefiguraciones del sacerdocio de la Antigua Alianza encuentran su cumplimiento en Cristo Jesús, «único mediador entre Dios y los hombres».
El sacrificio redentor de Cristo es único. Y por esto se hace presente en el sacrificio eucarístico de la Iglesia. Lo mismo acontece con el único sacerdocio de Cristo: «se hace presente por el sacramento del sacerdocio ministerial.» cf. Catecismo, 1539-1545
¿Por qué es importante el sacerdocio?
La Iglesia, a través de la historia, ha desempeñado un servicio humano en todos los sectores de la cultura. Por medio del sacerdocio católico, se ha difundido a todas las naciones y ha hecho florecer plenamente la religión, la moralidad, la ciencia, el arte y la industria. Tanto los sacerdotes, como en especial, los miembros de las órdenes religiosas, han guiado a los fieles hacia la luz de la moralidad, la educación cristianas a través de los tiempos.
La Eucaristía es el ápice de todo el orden sacramental. Es alimento de toda la vida espiritual y la cumbre hacia la que está dirigida toda la actividad de la Iglesia. El Santísimo Sacramento es la fuente inagotable de gracias, de Él mana toda la fuerza de Cristo presente en la Iglesia y en el interior de cada cristiano. La Eucaristía es el sacramento del que brotan y al que están dirigidos todos los demás sacramentos.
“En el corazón del sacerdote no se ha apagado el amor. La caridad, bebida en su más puro manantial, ejercitada a imitación de Dios y de Cristo, no menos que cualquier auténtico amor, es exigente y concreta, ensancha hasta el infinito el horizonte del sacerdote, hace más profundo amplio su sentido de responsabilidad —índice de personalidad madura—, educa en él, como expresión de una más alta y vasta paternidad, una plenitud y delicadeza de sentimientos, que lo enriquecen en medida superabundante”. En una palabra: “El celibato, elevando integralmente al hombre, contribuye efectivamente a su perfección” (SC, 55)
Sacerdocio común de los bautizados
El conjunto de la Iglesia participa del sacerdocio de Cristo. Todos los bautizados hemos sido consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo por la regeneración y unción del Espíritu Santo.
Todos poseemos una unción sacerdotal que nos hace partícipes de un sacerdocio que llamamos común, que nos destina con carácter indeleble al culto divino. Sacerdocio que actualizamos y ejercemos en la recepción de los sacramentos, en la práctica de las virtudes y en el culto divino. Cada uno de los miembros del Pueblo de Dios estamos llamados con la misma fuerza a ser testigos de Cristo con las palabras y a ordenar la ciudad de los hombres conforme a los designios salvadores.
Sacerdocio ministerial
Por voluntad de Cristo existe en la Iglesia un sacerdocio ministerial que forma y dirige al pueblo sacerdotal. A través de él, Cristo se hace presente y operante entre los hombres de un modo cualificado. Consuma la edificación del Cuerpo de Cristo por el ministerio de los sacramentos, especialmente por la celebración de la eucaristía.
El carisma del sacerdocio proviene del mismo Cristo y se transmite y por la imposición de las manos del obispo y el sacramento de la Orden. De esta forma, el presbítero es consagrado y configurado como ministro de Cristo. En ciertos momentos, el sacerdote se convierte en instrumento de la gracia de Cristo.
Ser cristiano —y de modo particular ser sacerdote; recordando también que todos los bautizados participamos del sacerdocio real— es estar de continuo en la Cruz.
Sacerdocio y celibato
El celibato, en su sentido genérico, es la condición de quien por opción no contrae matrimonio. El celibato sacerdotal es cuando esta elección se hace a cambio de una dedicación total a los servicios religiosos, por medio de la ordenación presbiteral. Existen conceptos relacionados con el celibato sacerdotal, la castidad, la virginidad y la vocación virginal.
“Todos los ministros ordenados de la Iglesia latina, exceptuados los diáconos permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato ‘por el Reino de los cielos’ (Mt 19,12).
Llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus ‘cosas’ (1Co 7,32), se entregan enteramente a Dios y a los hombres. El celibato es un signo de esta vida nueva al servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia; aceptado con un corazón alegre, anuncia de modo radiante el Reino de Dios” (Catecismo, 1579).
Más sobre el sacerdocio y la labor de la Fundación CARF
La Fundación CARF actúa de enlace entre miles de almas generosas, dispuestas a contribuir económicamente con becas de estudio para que sacerdotes y seminaristas de todo el mundo reciban una sólida preparación teológica, humana y espiritual.
El sacerdocio llama a la reflexión de todos los cristianos sobre la necesidad de proponer los medios para que ninguna vocación se pierda.
Cada año académico (septiembre-junio)
obispos de los cinco continentes
Solicitan plazas y ayudas al estudio para sus candidatos en las diferentes facultades.