Con un millón y medio de contagiados a fecha de hoy, el coronavirus está haciendo estragos en Estados Unidos. Como ha sucedido en otros lugares del mundo, también las grandes ciudades americanas, que estamos acostumbrados a ver llenas de actividad y con un frenético ritmo vital, se encuentran ahora en buena parte paralizadas y casi desiertas.
En las calles reina un silencio casi irreal en tiempos de pandemia. El ambiente tiene mucho de desolador. Sin embargo, también aquí hay motivos para la esperanza. Uno de estos ha sido la ordenación sacerdotal de Melvin Mangalath Paul, antiguo alumno de Sedes Sapientiae, celebrada el pasado sábado 16 de mayo en la populosa Chicago, capital del estado de Illinois. Melvin sacerdote, esperanza en tiempos de pandemia.
Fr. Melvin recibió la formación sacerdotal en el Colegio Eclesiástico Internacional Sedes Sapientiae de Roma durante tres años: de 2016 al 2019, mientras estudiaba Teología en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz.
De ascendencia india, Melvin y su familia son católicos de rito siro-malabar. Emigraron a Estados Unidos hace varias décadas y, como otras muchas personas en esta situación, han tenido que superar numerosos obstáculos y momentos difíciles para salir adelante.
Melvin vio clara su vocación sacerdotal durante una actividad de voluntariado en Haití, cuando en 2012 ayudó a la reconstrucción de un país todavía postrado por el terrible terremoto que lo había asolado dos años antes. Él y su familia son de ascendencia india y católicos de rito siro-malabar. En la imagen, con sombrero.
Desde pequeño, Melvin respiró en su hogar un ambiente impregnado de fe. En la parroquia, frecuentó un movimiento de jóvenes que le ayudó a crecer en su vida espiritual. Así se fue despertando su inquietud vocacional, que más tarde tuvo dos hitos importantes: su participación en la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Madrid en 2011, donde se le quedó especialmente grabada la bendición con el Santísimo bajo una lluvia torrencial; y su viaje a Haití en 2012, para ayudar en la reconstrucción de un país todavía postrado por el terrible terremoto que lo había asolado dos años antes.
Allí, el Señor se sirvió del ejemplo de un sacerdote misionero italiano, que había dedicado su vida a servir al pueblo haitiano, para hacer entender a Melvin que eso, el sacerdocio, era lo que quería de él.
La ordenación sacerdotal de Melvin ha estado rodeada de incerteza, como tantas otras cosas en estos tiempos del Covid-19. Al final, su Obispo decidió mantener la fecha fijada y celebrarla en la catedral de la Eparquía de Santo Tomás, en Chicago.
Pero, eso sí, sin asistencia de fieles. Sólo unos pocos sacerdotes, sus padres, su hermana y el prometido de esta acompañaron a Melvin durante la ceremonia.
Como es lógico, al nuevo sacerdote le hubiera gustado mucho contar con la cercanía de muchos más familiares y amigos, así como de toda la comunidad siro-malabar de Chicago, pero se consolaba recordando que san Juan Pablo II, a quien tiene gran devoción, también fue ordenado sin presencia de fieles, en la capilla privada del arzobispo de Cracovia, en este caso para eludir la persecución comunista.
Melvin se dirige a los fieles. Durante su diaconado ha servido en diversas parroquias de la Eparquía.
Melvin antes de ordenarse sacerdote. Como diácono, ha estado ejerciendo su ministerio en distintas parroquias. En la imagen celebran un día de fiesta en la parroquia, con la imagen de Santo Tomás apóstol en el centro. La Eparquía de Santo Tomás fue erigida en Chicago en 2001 para atender a los católicos de rito siro-malabar en todo el territorio de los Estados Unidos. Actualmente cuenta con 87.600 fieles, 42 parroquias y 75 sacerdotes.
La Eparquía de Santo Tomás fue erigida en Chicago en 2001 para atender a los católicos de rito siro-malabar en todo el territorio de los Estados Unidos. Actualmente cuenta con 87.600 fieles, 42 parroquias y 75 sacerdotes.
Como diácono, Melvin ha estado ejerciendo su ministerio en distintas parroquias, después de haber pasado algunos meses en India para familiarizarse con este antiguo rito y sus tradiciones, así como para mejorar su dominio de la lengua malayalam.
Melvin recuerda con gran afecto sus tres años de formación en Roma y todo lo que recibió en el Sedes Sapientiae. Así mismo, agradece de corazón la generosidad de los benefactores de las distintas fundaciones que ayudan a la Universidad de la Santa Cruz. Gracias a ellos, es posible seguir teniendo potentes motivos de esperanza incluso en medio de la pandemia.
Por eso anima a todos los benefactores y amigos a participar en la campaña de CARF, “Que ninguna vocación se pierda”
Melvin ejerciendo el ministerio diaconal, durante una procesión.
