Fundación CARF

18 marzo, 19

Testimonios de vida

Un camino de conversión: de familia atea, se bautizó como luterana. Hoy es católica

Reena Tolmik tiene 35 años y es de Estonia. Su historia de conversión es una aventura. De familia atea, pidió ser bautizada en la Iglesia luterana a los 10 años de edad por iniciativa propia. Pero fue en su juventud cuando se convirtió al catolicisimo después de un largo camino de reflexión y oración. Estudia en la facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Nos cuenta su conversión. 

La fe era para los débiles y los poco inteligentes

"Crecí en una familia no cristiana en Estonia. La fe era para los débiles y los poco inteligentes. Las únicas señales de fe que vi cuando era niña fueron las de mi abuela quien rezaba detrás de las puertas, y una vecina anciana que pasaba todos los domingos en bicicleta para ir a una iglesia luterana distante de su casa. Pero desde pequeña nunca dudé de la existencia de Dios, y hablaba con él desde pequeña aunque nadie lo sabía.

Como realizo su conversión

Pero tenía mucho miedo de pedírselo a mis padres, pero lo hice. Mirando hacia atrás, tengo mucho que agradecerle a mi madre que, como no creyente, no dijo “no” ante la petición de un niño. Ella me llevó a la iglesia y allí fui bautizada.

No tenía padrinos, simplemente porque a nadie le interesaba. No había ningún creyente en el círculo familiar ni en el vecindario que entendiera el significado de ser un padrino. Fui bautizada en una iglesia luterana, que era la única iglesia en el área.

Desde niña asistí regularmente a la funciones: yo sola, no tenía a ningún amigo cristiano con el que compartir mi fe, ya que no había jóvenes entre los que iban a la iglesia. Mi primer contacto con los cristianos de mi edad fue en el monasterio de Taizé cuando tenía 20 años.

El conocimiento de la fe y de la Biblia de aquellas personas me impresionó. Me sentí inspirada por el hecho de ser testigo de su amor a Dios y me di cuenta de lo poco que sabía, de lo poco que ponía en práctica y de lo poco que amaba. Fue el comienzo de mi conversión, pero ni siquiera lo sospeché.

Me reunía mensualmente con un obispo católico para recibir orientación espiritual. Me encantaba tener un guía espiritual y pude ver grandes beneficios para mi alma y mi vida de oración. Como él nunca abordó el tema de la conversión, me sentí más cómoda. 

"Era una protestante que nunca tuvo la intención de convertirse al catolicismo. Sin embargo, a pesar de tomar parte activa en mi parroquia luterana, asistía a la Catequesis Católica para adultos, solo para entender “lo que estas personas hacen en la Iglesia Católica”.

Un camino de conversión - Testimonios - Reena Tolmik

Reena Tolmik tiene 35 años y es de Estonia

Había una cosa que me pedía: considerar confesarme.

Sin embargo, eso era ciertamente algo que ni siquiera consideraba. “¡No, no! ¡Tengo mi relación con Dios y a Él mismo le confieso mis pecados!”. Ésta fue mi respuesta al obispo.

Unos meses más tarde, cuando se acercaba la Semana Santa, recibí una gracia especial y un deseo de confesar mis pecados al Señor. Fue un punto de inflexión total en mi vida.

Examiné mis pensamientos, hechos, deseos, fracasos...Me di cuenta de que a pesar de que había asistido regularmente a la iglesia desde que era una niña, ni siquiera sabía qué es realmente un pecado.

Finalmente, me presenté en el confesionario con varias páginas de pecados enumerados. No tenía idea de cómo confesar... Pero sabía que estaba en presencia del amoroso y misericordioso Señor, comunicándome con Él y escuchándolo.

En el momento de la absolución

Entendí lo que me habían contado sobre el sacramento de la Reconciliación.

Un amigo católico de Portugal me había animado varias veces a confesarme, contándome sobre la gracia que uno recibe a través del Sacramento. Pero nunca quise escucharlo, porque uno no puede entender realmente lo que no experimentó. Solo lo entendí cuando recibí la gracia yo misma.

El perdón, la curación. Al salir del confesionario, supe que era el momento de mi conversión, a través del Sacramento de la Reconciliación, a través de un encuentro íntimo con el Señor.

Profundo amor al sacramento de la Penitencia 

Desde entonces tengo un profundo amor por este sacramento. He escuchado a muchas personas decir que no se confiesan porque lo ven como un castigo. Es una lástima que el significado y la importancia del sacramento de la reconciliación no estén claros ni siquiera para muchos católicos en nuestra sociedad secularizada.

Porque el Señor nos está esperando en el confesionario no para castigar, sino para sanar, para tomar nuestra carga, para darnos vida. Porque su misericordia y amor es eterno. 

Meses más tarde, celebré la Primera Comunión y fui recibida en la Iglesia Católica. Tenía 30 años.

Durante años sentí algo de vacío, tratando de llenarlo con mucha actividad en mi parroquia luterana, asistiendo a grupos de oración y organizando oraciones en la cárcel, etc. Pero sentía que me faltaba algo. Le di más tiempo a la Iglesia pero todavía me faltaba algo. El día de mi Primera Comunión me di cuenta de lo que me había estado perdiendo. Fue el Santo Cuerpo de Cristo.

Cuando me convertí a la fe católica, no conocía a nadie que fuera católico. Tampoco había oído hablar de la enseñanza católica en Estonia. Pero encontré una comunidad fervorosa y acogedora que da forma física con su devoción y alegría.

Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable del alumnado
Universidad de la Santa Cruz de Roma

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