Fundación CARF

17 marzo, 20

Testimonios de vida

William, de los Siervos del Hogar de la Madre, narra su conversión

Wiliam Andrés Esparza es un seminarista de Colombia que pertenece a la Comunidad Siervos del Hogar de la Madre. Narra su conversión.

Wiliam Andrés Esparza Rave es un seminarista de Colombia que pertenece a la Comunidad Siervos del Hogar de la Madre. Tras algunos años alejado de Dios, una mañana recordó las palabras de su madre   "¿Hasta cuándo me vas a hacer sufrir?". Después de cuatro años de Misión en Ecuador, ahora se encuentra en Roma terminando sus estudios en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, y se prepara para ser sacerdote. Nos narra su conversión. 

Año 1975, barrio Galán de Bogotá, Colombia. Circulaba por sus calles un carro de marca Moscovita “ruso” -ya se pueden imaginar en esa época un “ruso” por las calles de Colombia -, con mi padre muy orgulloso al volante. El motivo de su orgullo no era tanto el carro como que dentro, en la parte de atrás, llevaba exhibiendo a los dos más pequeños de sus cinco hijos, unos mellizos recién nacidos: eran la revolución del barrio. Y uno de esos mellizos era yo.

Elegir vivir sin Dios 

Nací en un hogar católico pero donde practicamos poco la fe. Nos faltaba profundizar mucho y cumplir verdaderamente la voluntad de Dios en nuestras vidas. Pero aún así, mis padres se preocuparon de que sus hijos conociéramos a Dios y lleváramos una vida buena y digna.

Pero, como siempre, si no asimilamos las verdades de la fe y no tenemos un corazón abierto a Dios, lo más fácil es tender hacia el otro camino: elegir vivir sin Dios.

Al poco de recibir los sacramentos de la confesión y confirmación – que, por mucho tiempo, serían mi último contacto con la Iglesia –, comenzaron mis luchas. Comencé a vivir una vida fácil y placentera, sin tantos compromisos. Estaba completamente seducido por las cosas del mundo.

De esta manera, sentía que mi vida ya estaba llena: no necesitaba de Dios, ni siquiera a mi familia – "¡Ya no quiero escuchar lo que me digan, me da lo mismo..., quiero ser "libre”! –, pensaba. 

Tenía 15 años y llevaba una doble vida. Mostraba una cara “buena” ante mi familia y los demás. Incluso pensaba que también era bueno para Dios, porque al menos no mataba.

Pero no escuchaba a mi conciencia, me estorbaba. Comencé a sustituir a Dios por mis dioses: lo que está de moda, el placer, un mundo de vicios, el alcohol, y para poder satisfacer todos mis vicios y caprichos necesitaba dinero, así que éste empezó a ser otro de mis grandes dioses: el deseo de poseer y poseer.

"¿Hasta cuándo me vas a hacer sufrir?"

Una tarde de domingo, después de varios días de fiesta, entré en la habitación de mi madre y vi en su rostro cómo caían lágrimas de dolor, de derrota, sin esperanza...; entonces, con la voz rota, me dijo: “William, ¿hasta cuándo me vas hacer sufrir…?” Eran las lágrimas y la voz de una madre que pedían a gritos la salvación de su hijo.

Sin embargo, mi corazón permanecía endurecido, no era capaz de comprender..., continuaba por el mismo camino, un camino de placer insulso y sin sentido.

Conseguía y tenía lo que quería, pero interiormente seguía vacío e infeliz; mi vida había dejado de tener sentido. Viendo las cosas ahora, confirmo aquellas palabras de consuelo que San Ambrosio le dijera un día a Santa Mónica: “Señora, no es posible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”.

La muerte de mis padres

Dios sigue a la espera, es fiel, nos busca y sigue amando... Él no quería que yo viviese así, soy consciente de que en diferentes circunstancias de mi vida quiso atraerme hacia sí..., pero a veces comienza de la manera que uno menos se lo espera: pidiéndolo todo, hasta mis pecados.

La muerte empieza a rondar alrededor de nuestra familia. Un día se agravó la delicada salud de mi padre: Le diagnosticaron un aneurisma abdominal. Después de 30 días de lucha, falleció. Pero lo más duro fue que a los seis meses, también murió mi madre…

Sin palabras, el Señor me lo estaba pidiendo todo, aunque yo, evidentemente, en aquel momento no lo entendía. De modo que, si ya antes me había separado de Dios, ahora quería saber menos de Él. Mi vida iba deslizándose velozmente por una pendiente cada vez más abrupta hacia la perdición... Pero Dios sigue obrando y a la espera.

"William, no dejes nunca de ir a misa"

Como ya dije antes, mis primeros pensamientos al despertar cada mañana eran cómo satisfacer mis placeres desordenados –a qué chica llamar o con qué amigo emborracharme, etc.–.

Pero un 18 de diciembre, nada más abrir los ojos, lo primero que pasó por mi cabeza fueron las palabras que me dijera mi abuela antes de morir: “¡William, no dejes nunca de ir a misa, de rezar el rosario y de confesarte!” Palabras sabias de las abuelas... que produjeron un efecto renovador en mi interior.

Tanto es así que, después de muchos años, volví a obedecer.  Me fui hablar con mi párroco y le expuse la clase de vida tan desgraciada que estaba llevando. Después de escucharme, me dijo: “Dios te ama mucho y está a la espera, así que ve a casa y prepárate una buena confesión, y luego vienes”.

"Tus pecados te son perdonados" 

Así lo hice: después de un doloroso examen de conciencia, me confesé y, tras una hora de lágrimas, escuché la voz del Señor que me decía: “Tus pecados te son perdonados…” Y sacerdote me dijo: “Hoy en el cielo hay una gran fiesta, porque un gran pecador se ha convertido…” Bendito Dios

, era el hombre más feliz del mundo. Esa felicidad que había anhelado durante tanto tiempo y que no había encontrado en ninguna cosa, se hizo de repente presente en aquel confesionario: “Vete en paz y no peques más…

Seguramente, viendo que ya prácticamente me había librado de sus redes, el diablo debió de sentirse terriblemente contrariado e intervino con una contundencia feroz. Ya el Señor advierte que la vida del hombre es un permanente combate espiritual: “Velad y orad para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil (Mc.14,38).

Otra recaída 

Así que, después de cuatro meses viviendo en unión con Dios, me encontré con un amigo del pasado que me dijo: “Oye, William, pareces una viejita metido en la iglesia todos los días. Ven y nos tomamos una cerveza”. Y yo pensé: “bueno, una cerveza y ya está”, pero, lamentablemente, no fue así.

Era el comienzo de una recaída que duró un mes más o menos. La misma vida de antes, vicios y sin sentido... Una tarde de domingo, al despertar después de una fiesta, comencé en mi cama a pensar y a pensar: no es posible esta vida, nuevamente lo mismo...

Fue tanta la angustia, que mi cuerpo se fue paralizando por momentos, no podía moverme, sólo alcancé con gran dificultad a llamar a mi hermana por el móvil balbuceando: “¡Ven, ven... que me muero!”

"No soy nada" 

El súper-hombre estaba paralizado en una cama, todo mi castillo se había derrumbado: “No soy nada”. Veía desfilar ante mis ojos todo mi pasado y no tenía nada bueno en mis manos, sólo miserias. Dios me lo estaba pidiendo todo, hasta mis pecados. Yo sólo le rogaba perdón a Dios. Sabía que, si moría en ese momento, mi fin no sería el cielo...

Pero Dios, como siempre, lleno de misericordia, por medio de esta gracia obró en mí... y, nuevamente, a la confesión: he caído, pero por la gracia de Dios fui levantado otra vez. “Ante la verdad sólo puedo doblar las rodillas e inclinar mi cabeza”.

Desde ese momento empecé a vincularme más a mi parroquia. Una gracia muy grande recibida por esos días fue que, para el mes de mayo, siempre en mi parroquia sacaban a peregrinar siete imágenes de la Virgen de Fátima, una para cada sector. Iban visitando a las familias en sus casas.

El primer día de mayo, el párroco dijo en la misa: “Como ya saben, en el mes de mayo se pone a peregrinar la Virgen de Fátima, así que espero voluntarios para que se encarguen de Ella. Ah…, pero sólo uno ya tiene quien la lleve”. Yo pensaba: “Qué bueno sería si fuera yo el elegido, que pudiera llevarla en mis manos y encargarme de hacerla peregrinar”.

Wiliam Andrés Esparza Rave, seminarista de Colombia que pertenece a la Comunidad Siervos del Hogar de la Madre. En misión en Ecuador.

Wiliam Andrés Esparza Rave, seminarista de Colombia que pertenece a la Comunidad Siervos del Hogar de la Madre. En misión en Ecuador.

La Virgen de Fátima 

Después de la misa, el padre me llamó y me dijo que sería el encargado de hacer peregrinar a la Virgen de Fátima.  ¡Vaya regalo y manifestación de amor del Señor dándome a su Madre! El tiempo de estas visitas se reducía al mes de mayo, pero llegué a estar con la imagen casi un año, y ya se pueden imaginar las miradas de la gente...: el que antes andaba por las calles con una botella en la mano ahora lleva en su lugar a la Virgen de Fátima.

Allí empezó una relación especial con mi Madre del cielo; ya no era yo el que la llevaba, Ella me tomaba de su mano y me conducía hacia a su Hijo. Ahora es mi Madre, mi consuelo y refugio.

Estaba muy feliz viviendo así en el Señor, pero mi corazón comenzó a inquietarse nuevamente... Señor, ¡qué pasa...! ¡Te tengo a ti, pero vuelvo a estar inquieto! Y resulta que Dios me empezó a llamar a un amor más extremo, a seguir dándolo todo por él…: mi trabajo, mi familia, mis cosas, mi novia y el proyecto de tener una familia: Me lo pedía todo.

Hablando con mi director espiritual, me decía: “¿será que el Señor te está llamando al sacerdocio y quiere que sólo seas de él y estés al servicio de las almas?” “¡Yo, sacerdote! Jajaja...” “Sí, vamos a empezar a discernir bien esto y a rezar mucho...

Wiliam Andrés Esparza Rave, seminarista de Colombia que pertenece a la Comunidad Siervos del Hogar de la Madre. En misión en Ecuador.

Wiliam Andrés Esparza Rave, seminarista de Colombia que pertenece a la Comunidad Siervos del Hogar de la Madre. En misión en Ecuador.

Siervos del Hogar de la Madre 

Después de un tiempo de lucha tratando de escuchar al Señor que me decía: “¿No te basto Yo?”, le di mi repuesta definitiva: sí, sólo para Él. Ahora pertenezco a los Siervos del Hogar de la Madre. Nuestras misiones en la Iglesia son: 1. La defensa de la Eucaristía; 2. La defensa del honor de Nuestra Madre, especialmente en el privilegio de su Virginidad; y 3. La conquista de los jóvenes para Jesucristo; pero estamos abiertos a todas las necesidades de la Iglesia.

En esta comunidad de los Siervos del Hogar de la Madre ya llevo 12 años, y tengo votos perpetuos. Uno de tantos regalos que me ha dado el Señor ha sido el poder estar de misiones en Ecuador durante 4 años –allí tenemos algunas comunidades–, dedicándome totalmente a la evangelización. 

Pude ayudar a construir las parroquias no sólo materialmente –que también–, sino también en su dimensión espiritual, trabajar con jóvenes en campamentos, peregrinaciones, convivencias, retiros, ejercicios espirituales, catequesis, dirección espiritual, visitas a las familias y a los enfermos, ir puerta a puerta para conocer a los feligreses e invitarles a recibir los sacramentos...Es una labor de los Siervos del Hogar de la Madre. 

Fueron días en los que llegabas a la cama agotado y sólo podías decir: “¡Gracias, Señor, por todo lo que me has dado!” Pero, claro, como son tiempos tan intensos, es muy importante la oración..., o estás en peligro de vaciar tu propia vida y que todo se convierta en una actividad meramente horizontal, como una profesión más.

Así que mi fortaleza allí ha sido la unión con Dios: adoración delante del Santísimo Sacramento, el rosario y la misa diarias. 

Ahora me encuentro en Roma terminando mis estudios en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, y si Dios lo dispone, espero ser ordenado pronto sacerdote. Estoy muy contento con la educación que recibo aquí: tanto amor a la Iglesia, la claridad de la doctrina...; no sólo estoy aprendiendo, sino también conociendo más al Señor, queriendo ser en sus manos un instrumento para la salvación de las almas.

Agradezco a todos los que de alguna manera nos ayudan en la formación a quienes vamos por el camino del sacerdocio. Sé que el Señor les recompensará toda su generosidad...; pero, especialmente, les pido que recen para que cada uno de nosotros pueda ser fiel a la voluntad del Señor. Por mi parte, cuenten siempre con mis oraciones. 

Hno. William María del Corazón Eucarístico de Jesús. S.H.M.

Wiliam Andrés Esparza Rave, seminarista de Colombia que pertenece a la Comunidad Siervos del Hogar de la Madre. En misión en Ecuador.

Wiliam Andrés Esparza Rave, seminarista de Colombia que pertenece a la Comunidad Siervos del Hogar de la Madre. En misión en Ecuador.

Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable del alumnado
Universidad de la Santa Cruz de Roma

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